miércoles, 18 de diciembre de 2013

El placer de "Todos los días son de ceniza", de Fernando Sarmiento




Cuando me pidieron escribir unas palabras acerca de “Todos los días son de ceniza” (La Travesía Editora, 2013) de inmediato vino a mí la apremiante necesidad de buscar (como suele hacerse hoy en día cuando el autor es amigo de uno) frases bonitas y bien halagüeñas. Después de mucha ripia y devaneo de sesos, me di cuenta de que, al menos esta vez, no quería hacer uso de ese valioso instrumento llamado floro y que en sí solo sirve para conquistar chicas fáciles o mentir descaradamente. Me quedé, al final, con una sola palabra. Y es esta: apasionante. Lectura total y sabrosamente apasionante. Apasionante como un chisme calientito, como escuchar a Elvis en la madrugada, como una maratón de Rocky, como tu primer beso con lengua o el primer sueldo que recibiste en la vida. Es decir: apasionante en el sentido de no querer que se acabe nunca.


Después de cerrar el libro, vino a mí memoria uno de los consejos que García Márquez solía repartir a los jóvenes escritores y que se ha quedado tatuado en mí como una máxima de comportamiento. “El escritor es como un hipnotista”, decía Gabo. “Debe atrapar al lector y no dejarlo ir. Debe mantenerlo hipnotizado desde la primera hasta la última palabra. Un paso en falso y el hechizo se rompe”. Fernando Sarmiento, quien afirma que descubrió su vocación por la escritura a los 30 años, ya sea por deseo propio o por innata naturaleza, ha sabido usar las palabras como un instrumento de implacable hipnotismo; con ellas ha armado un entramado de historias demasiado tentadoras para los lectores de cualquier edad, condición y complejo, quienes despertarán del conjuro -es decir terminarán el libro- con la agria sensación de haber recibido una certera cachetada que los devuelve nuevamente a la cruda realidad. Las cuatro historias del libro, todas ambientadas en espacios fantásticos y con personajes sobrenaturales o distorsionados, y que responden a un universo autónomo y a propuestas disímiles por parte del autor, son una invitación al escape, al goce, a la aventura, a descubrir una placentera evasión.

Siempre he envidiado a aquellos escritores capaces construir relatos que luego puedo reproducir de manera oral. Es decir, relatos con una urdimbre, un contexto, un final sorprendente o inesperado. En conclusión, relatos que cuenten una historia y no lo que parece una historia, tan en boga hoy en día entre los narradores modernos. A riesgo de recibir insultos y amenazas por parte de mis compañeros escritores, formulo esta pregunta: ¿quiénes de ustedes pueden relatar a sus amigos o familiares el Ulises de Joyce o un cuento de Hemingway o de Bolaño o de Villa- Matas o de quien sea, sin ser considerados un lomo de aburridos por la audiencia? En este caso, Sarmiento es una excepción a la regla, pues sus historias, es increíble, sí se pueden contar o, al menos, adelantar. Adelantar, por ejemplo, la trama del cuento titulado “Verano oscuro”, donde un misterioso objeto que le da increíbles poderes a quien lo posea y que ha sido el supremo y máximo tesoro de sujetos como Hitler, Stalin y Mao Tse-tung, ha llegado al Perú en las manos de un sencillo chinito apellidado Wong en los años más sanguinarios del terrorismo de Abimael Guzmán. O contar, también, la historia de Daniel, del cuento “El verano de la reina”, un alienígena que toma prestado un cuerpo humano para poder llevar a cabo una importante misión de la madre nodriza, y que finalmente sucumbe ante las tentaciones del cuerpo y de alma humana, tales como el amor, los celos y la inevitable arrechura. Lo mismo sucede con el irreverente “Todos los días son de ceniza” y “El huésped rojo”, tal vez los cuentos que mejor ejemplifican lo que estoy tratando de explicar, pero cuyas apasionantes tramas prefiero dejar a la curiosidad de los lectores.

En una entrevista que leí hace poco, Fernando Sarmiento afirma que uno no debe tomarse tan en serio ni la vida ni la literatura, en referencia a que la vida y la literatura no son solo uno instrumento para relatar y experimentar desgracias y horrores, como algunos quieren pintarlas. Sarmiento –creo– se refiere a que estas también pueden ser un espacio para la felicidad, la aventura y el relax. “Todos los días son de ceniza” refrenda esta propuesta del autor, pues es un libro divertidísimo y a la vez muy logrado y profundo. 

Bienvenido sea, pues, este libro, que no hace otra cosa que enriquecer y relajar un poco a la literatura nacional, últimamente tan solemne y encorsetada.

martes, 17 de diciembre de 2013

Semilla muerta



La única manera de comunicarme con el escritor que hay en mí es a través de la libación solitaria. Al cabo de unas copas, él emerge. Y escucho su voz, una voz un poco monocorde, pero continua, por momentos imperiosa. Yo la registro y trato de retenerla hasta que se va volviendo más borrosa, desordenada, y termina por desaparecer cuando yo mismo me ahogo en un mar de náuseas, de tabaco y de bruma.  ¡Pobre doble mío, a qué pozo terrible lo he relegado, que sólo puedo tan esporádicamente, y a costa de tanto mal, entreverlo! Hundido en mí como una semilla muerta, quizá recuerde las épocas felices en que cohabitábamos, más aún, en que éramos el mismo y no había distancias que salvar ni vino que beber para tenerlo constantemente presente.

Ribeyro, Julio Ramón. "Prosas Apátridas". Editorial Seix Barral. Barcelona, 2013. p. 71

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La búsqueda del placer supremo


La búsqueda del placer supremo a través de un fetiche humano ha sido el gran derrotero de muchos novelistas. Ejemplos hay muchos: Thomas Mann en La muerte en Venecia u Óscar Wilde en muchos pasajes de El retrato de Dorian Gray, donde el ser deseado (mayormente un hombre) es descrito como un ser perfecto, bello, poético y, por ende, inalcanzable o imposible. En estos casos, tanto el lenguaje como la trama se fundamentan en la belleza del ser deseado, evocado o imaginado. A través de la sola palabra, el escritor, como un pintor renacentista, moldea y da vida a una criatura que no puede hacer otra cosa que vivir por y para la perfección.


 Esto sucede en El Giocondo, novela del autor español Francisco Umbral (1932-2007), la misma que cayó de casualidad en mis manos y cuyos méritos literarios se subsumen perfectamente en los requisitos de la novela hedonista que acabo de describir. El Giocondo es una de las tantas novelas que Umbral escribió en vida (escribía una por año), y aunque muchos críticos y admiradores afirman que no llega al nivel de otras del mismo autor como Mortal y rosa o Tratado de perversiones, sí aceptan que esta configura en sí misma lo que es la prosa de este autor: desatada, lírica, colorida y perfeccionista. 



La historia que cuenta “El Giocondo” transcurre en una sola noche y describe las peripecias y aventuras del Giocondo, apuesto y andrógino adolescente madrileño, quien ostenta su insuperable belleza entre bares y discotecas alocando a mujeres y hombres por igual. La novela también es una pomposa descripción de lo que se denominó la dolce vita madrileña de los años sesenta, toda inundada de artistas emergentes y decadentes, seres anormales de toda calaña que toman vida solo por las noches, homosexuales reprimidos, pervertidos esperando su oportunidad, mujeres fáciles y muchachos ambiciosos de exceso y olvido.

Muchas veces se ha calificado a “El Giocondo” de novela trivial y a su autor de estafador y bodrio. Roberto Bolaño, dueño de una ya mítica lengua viperina, solía despellejarlo cada vez que tenía oportunidad. Afirmaba que nunca, nunca había que leer un libro suyo.  Con respecto a los calificativos adjudicados a “El Giocondo”, no son sorpresa si hemos revisado el contexto y la historia que cuenta. Sin embargo ese calificativo es injusto para calificar a una novela que contiene a uno de los personajes mejor descritos nunca. Umbral le tiene mucho cariño a su personaje y logra otorgarle la sustancia y fin que desde un inicio busca: la idea de perfección física, belleza anormal e inocencia de un ser inalcanzable e inevitablemente solo y vacío. Todo esto, claro, a través de una rica, colorida y sabrosa prosa. No por nada Miguel Delibes lo ha calificado como «el escritor más renovador y original de la prosa hispánica actual».

Francisco Umbral me recuerda un poco al consagrado escritor arequipeño Oswaldo Reynoso, quien también explora en obras como “El goce de la piel” o “En busca de la sonrisa encontrada” la catarsis que los cuerpos (bellos e imperecederos) causan en su persona y en su forma de entender el mundo. A parte de tener libros escritos bajo el rigor de la perfección, estos dos escritores tienen algo más en común: son hedonistas puros. Pero no hedonistas que buscan el placer por el placer (por otro lado absurdo y humillante para el ser humano), sino hedonistas que anteponen el arte y el lenguaje como los únicos fines de sus excesos supremos.

domingo, 27 de octubre de 2013

El goce de la sensibilidad y la atmósfera: "La casa amarilla" de Giovanni Barletti




La casa amarilla (Género Aburrido, 2013) es  el tercer libro del joven escritor Giovanni Barletti (Moquegua, 1988). Merecedor del primer puesto en el I Concurso de Género Aburrido de la misma editorial que lo publica, el libro es una invitación al goce de los sentidos y a la dispersión del lenguaje logrado, pues entre sus páginas el autor ha sabido consagrar un estilo y una estructura. A pesar de haber ganado un premio cuyo título nos invita al rechazo y al tedio, es menester advertir que el presente texto no tiene nada de aburrido.

  Son diez los cuentos que se agrupan en La casa amarilla. Barletti trata de dejar su huella en cada uno de los cuentos, pues a través de recuerdos personales, sensaciones e imágenes agolpadas en la memoria, crea un cuerpo ficcional que recrea distintas etapas de la experiencia humana.  Aunado a esto,  sus inquietudes están acompañadas por el afán de búsqueda e indagación del lenguaje, la atmósfera y los ambientes.
  En una entrevista, el autor afirmó que su intención era dividir la obra en dos partes: la primera mitad de los cuentos narrarían experiencias de la niñez y la segunda lo concerniente a la juventud y la adultez, buscando con esto una descripción completa del devenir humano, su evolución  en la sociedad, la pérdida de la inocencia, la carga de la existencia, la presión de la madurez y la búsqueda de una estatus; es decir, describir la degradación del hombre y su lucha en contra del hundimiento. Sin embargo, esta interesante construcción se ha perdido luego del filtro y supresión que la editorial realizó para su publicación (cuya “originalidad” y profesionalidad pueden ser puestas en duda, ya que además de mover los textos, el libro es publicado sin el título y el nombre del autor, hecho que finalmente perjudica mucho a un autor joven), de modo que el orden de los cuentos no responde a una estructura general. Estos deslices editoriales  –imperdonable en otros casos– sin embargo no le quitan ningún crédito a los cuentos, que pueden defenderse solos y sobresalir. De todos modos estoy seguro de que cualquier pecado será enmendado luego por un editor más serio, quien, en una segunda edición (eso esperamos), sabrá valorar el potencial estructural que el autor planteó en un inicio.
  En ese orden impuesto, el libro comienza con el cuento que le presta su título al mismo: “La casa amarilla”, donde el personaje principal, herido por el abandono –o ausencia– de un ser querido,  intenta encontrar en los objetos del hogar residuos para el recuerdo y la nostalgia. La historia se centra en la pérdida, y como un aplicado alumno de Raymond Carver, el autor explota esa sensación en los detalle externos: “Sobre la mesa los lentes cobraban vida, junto a un libro y una taza azul con el asa rota, como si pudiera ver a través de sus cristales tantas palabras leídas e imágenes que transcurrieron.” (p. 15). El siguiente cuento, “Vacaciones”, es a mi juicio el mejor de los cuentos (o, al menos, el que más disfruté), pues aquí la precisión de la narración, el poder de las imágenes y el cuidado en el perfil de los personajes toman la posta, creando de ese modo un ritmo respiratorio complejo y bello. Además de esto, lo disfruté mucho porque es tal vez el único de todos los cuentos que relata una historia, es decir una historia con un determinado inicio, contenido y final.  “No había nadie en su casa”, “Solo hablamos”, “Tarek y el Real Madrid”, “Club de retirados de la vida” y “En el Estudio” responden a la etapa de transición entre la juventud y la adultez que el personaje experimenta, marcada esta por los sinsabores y la anhelante búsqueda del “yo”. “Día de playa” es un cuento de la “adultez” al que hay que prestarle mucha atención, pues en pocas páginas el narrador logra retratar con impecable técnica los conflictos internos que las relaciones interpersonales (en este caso, una relación sentimental) pueden causar en el ser humano.  Haré un alto en “Recuerdos imperfectos”, no solo porque es el cuento más largo y, a mi parecer, ya sea por la historia que cuenta o porque este se ambienta explícitamente en Moquegua, el favorito del autor, sino porque en este ocurre un fenómeno en el estilo y el lenguaje que no se da en el resto de los relatos: la ruptura del ritmo, de las reglas de sintaxis y la concreción denotativa al servicio del significado connotativo de la historia. Dicha ruptura es posiblemente el producto de las muchas lecturas del autor (sobre todo de poesía) y de sus ansias de jugar con la formalidad y la solemnidad del discurso narrativo. Barletti  sumerge sus pasos en la prosa poética y sensorial, y si bien estos aún son tímidos e incluso predecibles (su ánimo de ruptura e innovación es muy solapado), el resultado es valioso y logra quedarse en nuestra memoria. Esta actitud lírica se ve reflejada en pasajes como este: “Mi mamá se siente en un sillón bajito con espejo al frente, se prueba dos pares iguales que luego deja a un lado enojada habla con la vendedora mientras me alejo por unas escaleras no me ofrecen nada de las otras tiendas hombres y mujeres se quitan sus viejos zapatos y esconden sus pies hasta que les alcanzan los otros caminan sobre bolsas o pedazos de cartón.” (p. 59). O también en este: "Llama mi atención la mirada triste de un niño vestido como superhéroe sobre el fondo azul profundo de la portada, el título en letras negras, doradas ahora. Aprieta mi mamá los bordes de su monedero de cuero, una gruesa mujer se acerca, el sonido hueco. Manchas blancas bailotean  en mis ojos cerrados caminando hasta la casa. El calor.” (p. 58). Es decir, las imágenes y el poder sensorial sobre el lector asumen el rol principal y constituyen la columna vertebral del cuento. Finalmente, la obra se cierra con “Tarde de un poeta”, especie de homenaje al bloqueo creativo que, así como en uno de los más logrados cuentos de F. Scott Fitzgerald,  ahonda en la mente del sujeto y en sus ansias de superar la mediocridad a través del arte. Además de esto, el cuento trae consigo un largo poema que no hace otra cosa que concluir con broche de oro la propuesta narrativa.
   Si bien disfruto más de aquellos cuentos o novelas que me permiten experimentar con otras realidades a través de la magia y pasión de sus historias, La casa amarilla (donde, como advertí desde un inicio, la atmósfera es más importante que la historia misma) me ha permitido otro tipo de goce que también disfruto mucho: el de los sentidos internos y el de la sensibilidad, la irrefrenable pasión por la belleza a través del cuidado de la palabra. Por otro lado, el lector no encontrará una profunda sumersión en la condición humana; más bien acumulará un puñado de imágenes impregnadas de sentimiento acerca de un ser humano que sí está dispuesto a desentrañarla.   
  Finalmente, si hablamos de la transición de la inocencia a la madurez, hay que afirmar que esta tercera entrega de Giovanni Barletti ha conseguido lo que las anteriores no pudieron o estuvieron a punto de conseguir: la ansiada madurez.  Es maduro el libro porque su autor ha comprendido que la literatura es un arte, y que lo importante no es cuánto se puede escribir o publicar, sino cuánto y qué cosas se pueden decir y expresar en una obra.

   Con estas palabras solo estoy tratando de hacerles saber que aquí se ha consolidado una voz, una propuesta y, más que nada, un futuro, un futuro literario que, estoy seguro, será deslumbrante. 

viernes, 11 de octubre de 2013

Los nueve cuentos de "Nena", por Orlando Mazeyra

Por Orlando Mazeyra Guillén*






Una niña, mientras maquina la venganza perfecta contra su hermano, se pregunta por qué él es tan matón y, sobre todo, consentido. Eso, al parecer, es lo que más la confunde e irrita: ¿Por qué la madre de ambos nunca lo riñe o castiga como sí lo hace con ella? Este primer cuento (de los nueve en total que trae el libro Nena), es un «plan maestro», no sólo por el título que eligió el autor, sino por cómo éste dosifica la información, algo que Ernest Hemingway llamaría el «dato escondido». En esta historia apenas accedemos a la punta del iceberg cuando la madre le pide al muchacho que le diga de una vez quién era aquel señor que lo abordó. ¿Quién era? ¿Qué le dijo? ¿Qué le hizo a su hijo ese extraño sujeto? El lector se encuentra con más de un plan maestro: venganzas, traumas y desdicha; todo sazonado con una prosa sobria que muestra, pero que también sugiere, esconde.
El segundo cuento se titula «La captura». El personaje principal se llama Leopoldo, y no ve la hora de llevar a cabo la captura de una escoria social. El narrador, a través de los ojos de Leopoldo, escudriña al mesero, un sujeto de unos sesenta años al que los clientes ignoran o, en todo caso, miran con desprecio. Leopoldo llega a la conclusión de que aquel mesero refleja perfectamente lo que era ese huarique: algo mísero, sombrío, toda una ruina (p. 24). Adjetivos válidos para describir, en muchos casos, a los personajes que desfilan en los nueve cuentos de Rivera de los Ríos: seres sombríos, miserables, en fin: ruinas humanas que general repulsión, y a la vez, gracias al pulso narrativo del autor, nos seducen.
En «El puente y la ardilla», tercer cuento del libro, Klaus acude a una fiesta en el ex club Alemán (hoy restorán El Montonero). Allí tiene una cita con el destino: será, pues, una noche de ajustes de cuentas con un amor contrariado: Sofía. Aquí es preciso resaltar la buena disposición de los diálogos en este libro, pues siempre dan un paso adelante en la historia, enriqueciéndola, y nunca funcionan como un mero relleno, ni mucho menos como un estorbo. Sofía sabe algo de las imposturas de Klaus, un mitómano que, según ella, «inventa mentiras para hacerse el importante, el misterioso, el sufrido» (p. 42). Este cuento habla sobre las mentiras piadosas y también las otras: las escabrosas. Personalmente, vuelvo a confirmar que todos somos mentiras, empezando por Alex Rivera de los Ríos, por supuesto. Y las mentiras que hay en este libro nos sacuden. 
«Invencible y sanguinario», el cuarto relato del volumen, aborda tormentosas relaciones homosexuales, en este caso, entre un turista y alguien que no llegaría a calificar como «brichero». Para la gran mayoría de los seres humanos, igual que para el gringo de la historia, la vida es una confusión total, y la escritura de ficciones como las deNena constituyen viajes sin un destino exacto, huir de los demonios o comparecer ante ellos. 
Para Álex Rivera de los Ríos su escritura es un amuleto, una satisfacción, y quizá, como ocurre con el gringo, su forma de ocultar la congoja y la cólera por una vida frustrada. Decía Mario Vargas Llosa que todo escritor peruano es, al fin y al cabo, un frustrado, un fracasado.
Me detengo en este cuento, porque una concisa pero bastante pedagógica mirada del foráneo nos remite a ese país que para algunos prospera y para otros, entre los que me incluyo, se está yendo al demonio: «A Richard lo conocí en alguna ciudad del Perú, ese país que ha dejado de ser el profundo y bello lago de historias, leyendas y riquezas que al comienzo me provocó conocer, y que pasó de pronto a convertirse en una horrible amalgama de urbanizaciones y edificios deprimentes, vomitados por la contaminación y subdesarrollo» (p. 49). Este último es un magnífico brochazo para describir a nuestra caótica Ciudad Blanca: una horrible amalgama de urbanizaciones y edificios deprimentes, vomitados por la contaminación y el subdesarrollo.
Entiendo que «Nena», el cuento que le da título al primer libro de Álex Rivera de los Ríos, es quizá su ficción predilecta. No lo sé, pero la dedicatoria ya nos da algunas luces: «A la memoria de Edmundo de los Ríos». El narrador de la historia cuenta que alguna vez le dijo a la Nena: ¿nos ayudas a inventar un nuevo juego?, sin imaginar que ella ya era experta en esas lides. Es decir, jugar a las mentiras, ficciones orales que, contrabandeadas como reales, le otorgaban a la Nena muchas vidas, muchos pasados, o para ser precisos, muchas madres. Los inofensivos juegos de la niñez, como policías y ladrones, bata o la pesca-pesca son reemplazados por las mentiras, nunca gratuitas y jamás inocuas de la ficción: la Nena solía inventar historias de todo tipo y este cuento duro, triste y sobrecogedor, habla sobre nosotros, nuestros más ocultos secretos y de los miles de antifaces que, a medida que crecemos, utilizamos no sólo para soportar la vida, sino para evitar que los demás accedan a nuestras vergüenzas, o puedan hacernos daño.
Del mismo venero que «Nena» parece haber brotado el relato titulado «Mi cualquiera», el sexto de la colección: amores lésbicos. «¿Y por qué no te has ido con uno de esos galanes que se te insinúan a cada rato?», le pregunta una a la otra, y la respuesta nos mantiene pegados a la historia: «Porque me gustas tú. Porque me miras y me haces sentir más mujer que todos los hombres con los que he estado. Porque contigo no me siento impresionada, sino libre, completa» (p. 72). Es mediante estas historias que el autor escapa de las presiones sociales, para ser un espíritu libérrimo.
Ya que hablamos de la libertad del creador, podemos acercarnos a «Simoné», así se llama la esposa del narrador, ella sufre de migrañas y cuando habla de un viaje a la playa exuda otro viaje más intenso y envolvente, el viaje a la ficción, aquél que nos hace ser auténticamente libres: «Ahora ya no siento más tormentas en mi mente», le confiesa Simoné a su marido: «Ya no siento rencor ni asco de mis defectos. Estamos juntos y ahora sé que nunca más te dejaré. Somos una familia, y tú dependes de mí. Eres mío» (p. 83). Un comentario, en apariencia grato, trasunta la relación entre el autor y acto creativo, la única forma en que uno encara sin rencor ni asco sus defectos: los cuentos son como nuestros hijos y estos nueve vástagos de Alex Rivera de los Ríos revelan a un autor con una propuesta auspiciosa.
«El beso», es la penúltima narración de este libro y quizá el menos interesante de las nueve historias de la colección. No por eso debemos dejar de reconocer la solvencia de los diálogos para contar una historia sobre la vocación por la figuración: el sueño de ser artista a toda costa y «triunfar»… siempre entre comillas.
«Better man», cierra con broche de oro esta magnífica primera entrega de Rivera de los Ríos. Y confieso que tengo una vieja predilección por los personajes desadaptados, aquellos que ocultan anomalías mentales, para decirlo con cierto decoro (o quizá no tanto). Serafín quiere ser un hombre bueno pero la vida lo supera y el infierno está empedrado de buenas intenciones. ¿Hay mejor manera de disfrutar de un cumpleaños que viendo un excelente partido de fútbol? Seguro que sí. Pero Serafín no es normal. Es una bomba de tiempo que entraña reacciones descomunales. Si me permiten una confesión: siempre he creído que el fútbol es una locura efímera y benigna (si uno no termina convirtiéndose en barrabrava, por supuesto). El fútbol «nuestra pavada insigne», sentencia Martín Caparros nos roba el cerebro durante noventa minutos y un poco más y, si nuestro equipo gana, como hoy lo hizo el FBC Melgar en Moyobamba, entonces acariciamos el cielo.
Álex Rivera de los Ríos, a través de estas nueve historias, me ha hecho disfrutar de más de noventa minutos de placentera lectura.
La relectura de Nena de esta mañana me ha permitido corroborar que estamos ante un autor que ha debutado con el pie derecho (yo, que soy zurdo, acudo a ese lugar común que discrimina a los mejores del mundo como Maradona y Messi): aquí no hay goles de media cancha, pero sí jugadas bien elaboradas, paredes y gambetas, recursos narrativos que hacen gala de la pericia y el buen oficio del autor: la prosa es segura y las imágenes logradas, algo inusual en un narrador tan joven como él. Claro que hay algunos errores que antes se llamaban «mecanográficos» y que el editor, Arthur Zevallos, debió corregir para evitar los gazapos que aparecen en buena parte de las historias. Sin embargo, esto no desmerece en absoluto la calidad de Nena. A través de la lectura de estas ficciones he descubierto a un verdadero hermano de las letras (es difícil encontrar hermanos de sangre en esta comarca literaria plagada de laureados posetas): la narrativa de Rivera de los Ríos coquetea con la tentación del fracaso y, algunas veces, le abre las piernas… cuando le da la gana se va a la cama con él.
Como ya dije, la ficción cumple las funciones de un amuleto para que, así, el autor pueda conjurar las desgracias que persiguen a los personajes de sus historias: hombres violentos, individuos castigados por el destino, mujeres tan intrigantes como mentirosas. La mentira al servicio de un fabulador. En muchos casos, hay un soterrado ejercicio de ficción sobre la ficción, es decir, metaficción, si me permiten el término.
Como se habrán dado cuenta, no soy académico ni mucho menos crítico literario. Lo único que soy (o intento ser) es un contador de historias. Y acá estoy tratando de contarles que este libro es apenas el cimiento donde seguramente se erigirá una catedral.


*(Arequipa, Perú, 1980). Escritor y cronista. Editor Cultural de la Universidad La Salle y colaborador de "Hildebrandt en sus trece". Su último libro "Mi familia y otras miserias" apareció bajo el sello Tribal (Lima, 2013). Publica ficción y no ficción en El Malpensante (Colombia)y otros trabajos narrativos en revistas literarias virtuales como Ciberayllu, Cervantes Virtual (Alicante), El Hablador (Lima), Letralia (Venezuela), Hermano Cerdo (México), Badosa.com (Barcelona), Destiempos y en el Proyecto Patrimonio de Santiago de Chile. Ha sido incluido en las antologías Disidentes 2: los nuevos narradores peruanos 2000-2010 (Ediciones Altazor, 2012) y 17 cuentos peruanos desde Arequipa (Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, 2012).

jueves, 10 de octubre de 2013

Entrevista con Miguel Almeyda

Álex Rivera de los Ríos, joven escritor que está publicando su primer libro de cuentos titulado NENA con la Travesía editora, lo presentó en la 5ta feria internacional del libro. 
En sus cuentos emerge una energía fuerte,  ambientes, espacios, situaciones y personajes en  historias que te atrapan. Aquí una conversa con el escritor…

¿Porque cuento cortó y no novela?

Yo pensé este  libro como una especie de preparación. El cuento es un género muy difícil, y NENA agrupa nueve cuentos en los que traté de  esforzarme al máximo;   en el lenguaje, en la construcción. Yo siempre quise  (y quiero) escribir novela,  sin embargo a mis 26 años no me sentía preparado  para escribir la novela que quiero escribir, así que opté por los cuentos. Me inscribí en un taller, incluso. He publicado este libro satisfecho de saber que respeté el género.

Hay dos cuentos muy buenos por el ritmo y la capacidad de contar la historia, el de la mujer niña adoptada por el feo del barrio y el de los quince años, admire los detalles, la definición de los personajes,  su relación y la nostalgia que flota en el ambiente. Además del final sorpresivo que el cuento exige. ¿De donde vienen los personajes?

El cuento se llama El beso y la nostalgia es su elemento principal. El cuento titulado Nena es una oda a la nostalgia,  a la niñez, a los primeros amores, a los  primeros traumas, creo que el tema se reparte en los distintos cuentos. El beso es sobre el pasado, como cambian las personas con el paso del tiempo y como se reencuentran. He querido construir este libro a partir de temas que  son interiores: el amor, la insatisfacción y sobre todo la búsqueda de uno mismo.

Tu libro tiene  una construcción física del espacio donde suceden las acciones, y allí hay una virtud, trasmites espacios, lugares, situaciones…

Es verosimilitud. El escritor se debe a la capacidad de crear la realidad a partir de la palabra. La ficción retrata la realidad.  Una ficción es buena cuando el lector la cree, como dice Vargas Llosa en  La verdad de las mentiras. En todos los cuentos traté de integrar a la ficción la realidad de mis experiencias, traumas y recuerdos; creo que es el único modo que logro que se hagan verosímiles y se hagan míos y que no sean simples historias sueltas o resplandores de juventud, sino un libro sincero.

¿Cual es tu formación?

Soy  chef profesional y profesor de francés,  estudio derecho ahora, pero desde los quince años recuerdo que decidí ser escritor. La vocación literaria es el fondo de mi vida, lo más importante.  Quise hacer una vida como escritor y creo que ahora la estoy haciendo. Nena es el primer paso.


Sabemos que un escritor se hace en el segundo libro. ¿Cual es el siguiente proyecto?


Debe ser el paso más difícil seguro.  Mi sueño es escribir novelas gordas y enormes, y allí pienso encontrarme. Espero que el siguiente paso sea una novela, donde lo importante sea el lenguaje y la voz para consolidar mi trabajo literario. Debe salir en dos años.


                           Extraído del blog "Arte total", de Miguel Almeyda

lunes, 7 de octubre de 2013

Ese creer en los árboles cuando florecen... luego caen sus hojas y son rojas.

Inseguro y ofuscado por el oficio y la vocación literaria, decidí un día pedirle consejo a Edmundo, el único escritor que hasta entonces había conocido. No habíamos intercambiado correos en mucho tiempo. El trabajo, su soledad y mis estudios nos habían separado. Yo le prometí que lo visitaría en mayo, pero no conseguí hacerlo. Cuando pensé que no había solución, que este no era mi camino y que ya era hora de dejarse de soñar con esas tonterías de querer ser un escritor y publicar un libro, me llegó un correo.  Era, recuerdo, un 25 de junio del año 2006 y yo aún no había cumplido diecinueve años. El correo llevaba este suntuoso título: Ese creer en los árboles cuando florecen… luego caen sus hojas y son rojas. Edmundo, a través de breves oraciones y con ese morbo por la exactitud, solo quería animarme, darme unas palmaditas en la espalda. De seguro envió el correo con ayuda de algún amigo que sí supiera usar el “bendito Internet”. Lamentablemente él nunca sabrá cuánto me ayudó su carta en ese momento. Cada palabra me llenó de fuerza. Desde entonces, cada vez que tengo conflictos y deseos de tirar al tacho todo, recurro a su carta, la cual comparto a continuación.





                 Con tardanza he leído tus cartas, mi bien querido sobrino,
                                                                                       debo decirte que me alegra mucho, ese calor al alma, leerte, y al mismo tiempo me preocupa tus inquietudes, tus entusiasmos, tu propio forjarte tú.  Es la aventura humana, tan terrible, hermosa e inigualable e irrepetible.
        Puedes tener mis libros, que no sé si sean buenos, admirables, medianos o malos en su valor, pues eso depende de lo que hayan hecho sus creadores; son libros míos, pero son los que están en las librerías, los que  se imprimen cada día.  Ten los libros que te presté -que tú escogiste- el tiempo que creas conveniente, pero date tiempo para leer más, esos y otros libros. 
    No sé dónde tengo un pequeñito libro de Rilke que se llama “Cartas a un joven poeta”.  Lo encontraré y te lo mandaré. Deseo que lo leas. ---------------Olvídate de los demás escritores.  En el sentido de que no les des tanta importancia. Date a ti la importancia que mereces, forjes y logres lo que deseas y amas.
              Es muy posible que en julio, a mediados, vaya a Arequipa, un sobrino querido se casa. Si voy trataré de verte.

       Te abraza,
                       Edmundo.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

El escritor más premiado y menos conocido de la historia

Ha sido calificado por los medio de comunicación españoles como el escritor más premiado del mundo" y es casi un desconocido. Esto a pesar que hasta la fecha ha ganado la portentosa suma de 1236 premios literarios (entre los que no destaca, como es obvio, el Premio Nobel). Se trata del multipremiado escritor Manuel Tarrín Benavides, quien nació en Montoro, provincia de Córdoba en 1931. Asegura que odia la novela y que nunca ha leído más de cinco páginas de El Quijote. El reparto de sus premios es el siguiente: 377 por cuentos, 4 por libros de prosa, 16 por libros de poesía y 839 por poemas individuales. En su pueblo le han dedicado una calle y han creado una asociación literaria que lleva su nombre.



lunes, 23 de septiembre de 2013

Gabo y los manuscritos abandonados a la fuerza



Gabriel García Márquez escribe y reescribe el original hasta que el agente literario se lo arrebata, casi a la fuerza,  y lo imprime. 

 "Un libro no se termina, se abandona", ha comentado varias veces el autor de Cien años de soledad






Fragmento extraído del libro "De cuando Vargas Llosa noqueó a Gabo", de Luis Fernández Zaurín (Editorial Styria. Barcelona, 2009).

sábado, 21 de septiembre de 2013

Goce, arte y compromiso: En busca de la sonrisa encontrada





En busca de la sonrisa encontrada (Ciudad Editorial, 2012), el último libro de Reynoso, es una invitación al placer. Lo es, en principio, por el fabuloso trabajo de la prosa y del estilo, tan bien cuidados por el autor, y en segundo lugar, por el entramado de historias y pasajes llenos de poesía y edulcorada sugerencia. En busca de la sonrisa encontrada continúa la tradición de los últimos libros publicados por el autor, todos marcados por un contexto hedonista y homoerótico. Reynoso, siempre tan solemne, afirma que este no es un libro de cuentos, mucho menos una novela corta o relatos autobiográficos. Él prefiere llamarlo "un libro sin género". Sea lo que sea, se trata de una obra imperdible y necesaria para todos los peruanos.
  Copio algunos de los pasajes que me gustaron más del libro:

«Eran rostros de un dulce quemado de miel de caña que resaltaba, en contraste, con la blancura de sus dientes. Luego que salían del mar embravecido, se tendían sobre la arena caliente, cara al sol, abrían, desmesurados, sus ojos negros para quitarse la sal y después los cerraban tiernamente y entonces sus rostros adquirían una tranquila expresión de goce intemporal.» (p. 28)

«Podría decir que el más joven huele a lluvia; que el mayor, a río; que el tercero, a cocha de lianas y flores salvajes; que el cuarto, a mercadillo informal, y que el quinto, simplemente, a plaza asoleada todo el día, pero corro el riesgo de que el lector pueda pensar que la expresión metafórica de esos olores no sea más que el fruto fáustico de mi imaginación sensorial.» (p. 33)

«Con disimulo, contemplo a Gabriel: su nariz es perfilada casi navaja, su rostro es largo, el color de su tez es de un pálido marrón casi ocre y la estructura completa de su rostro se semeja a las figuras de colores de los incas que aparecen en los textos escolares. Su hablar es lento con una leve y suave pronunciación de la zeta. Está sentado frente a mí. Me alcanza la botella y aprovecho para tocarle furtivamente la mano y siento la suave y tierna vibración de su piel. Si me hubiera sentado al lado de él, es posible que hubiera
aspirado, a través de su gruesa chompa de lana, su aroma natural de hierbas frescas.» (p. 82)

jueves, 19 de septiembre de 2013

La mayor y menor cuantía de los premios literarios


En su testamento de 1896 el novelista francés Edmond Hout Goncourt (Nancy, 1822-Essone, 1896), dejó escrito que se creara en honor de su hermano, el también escritor Jules (París, 1839, ídem, 1870), un premio literario que se denominaría Premio Goncourt cuyo fin era premiar el mejor volumen de imaginación en prosa. A pesar de que es el premio más prestigioso del país galo su dotación era de 50 francos. Al entrar en vigor el euro, el premio se redondeó a la simbólica cifra de 10 euros. Se trata del más importante de los premios que menor cuantía tiene. 


    Por el contrario, los 601.000 euros del Premio Planeta, que ha logrado que millones de españoles lean cada Navidad y tiene un marcado trasfondo comercial, es el de mayor dotación económica. Fue creado por José Manuel Lara (El Pedroso, 1914-Barcelona, 2003) en 1952. Se otorga el día 15 de octubre, onomástico de Santa Teresa, que así se llamaba la esposa del editor barcelonés.

Fragmento extraído del libro "De cuando Vargas Llosa noqueó a Gabo", de Luis Fernández Zaurín (Editorial Styria. Barcelona, 2009).

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ocho consejos de Maurois sobre cómo escoger libros


Amante de la buena literatura, André Maurois  recibió en vida el homenaje del mundo intelectual de su época y, hasta el día de hoy, la admiración del público en general. Aunque fue un gran autor de novelas, relatos y ensayos, destacó en la elaboración y construcción de documentadas biografías de personajes resaltantes de la literatura y la historia, las cuales escribió siempre con una aguda, divertida y chispeante inteligencia. Biografías como las que hizo de Balzac, Byron o Napoleón, son una delicia para cualquier tipo de lector. Estos consejos que copio están tomados de sus memorias. Hay que escucharlo. Maurois lo sabía muy bien: los libros son muy importantes y hay que saber cómo escogerlos.

 
  1. Vale más conocer perfectamente algunos autores y algunos temas, que tener una idea vaga y superficial de muchos autores.
  2.  
  3. En la juventud hay que andar entre libros como se va por el mundo: en busca de buenos amigos.
  4.  
  5. Hagamos un gran sitio a los grandes textos. El número de las obras maestras es tal que jamás las conoceremos todas. Tengamos confianza en la selección hecha por los siglos.
  6.  
  7. Procuremos elegir bien el alimento. A cada espíritu le conviene un régimen literario especial. Aprendamos a conocer quiénes son nuestros autores, encerrémonos con ellos y dejemos tranquilamente fuera de casa a los demás.
  8.  
  9. Rodeemos nuestra lectura, siempre que sea posible, de la atmósfera de recogimiento que reservamos a una noble ceremonia.
  10.  
  11. Hagámonos dignos de los buenos libros, porque con la lectura ocurre como con el amor: que no se halla ni en el amor ni en los libros nada más de lo que ya se lleva dentro. El arte de leer es, en gran parte, el arte de encontrar la vida en los libros y, gracias a ellas comprenderla mejor.
  12.  
  13. No nos ha de importar nada estar al corriente de la literatura actual (esto es cosa de los críticos), si estamos un poco al corriente de algo de lo bueno que se ha escrito desde que el mundo escribe.
  14.  
  15. Un último consejo: lo mejor que podemos hacer con un libro, del que después de leer los primeros capítulos tenemos la impresión de que nunca lo reeleremos, es cerrarlo y dejarlo cerrado ya para siempre.

martes, 17 de septiembre de 2013

Borges y el buen rock and roll



María Kodama, polémica compañera de Borges ya en el tramo final de su vida, cuenta que el escritor Borges escuchaba a Pink Floyd, a los Beatles y a los Stones, nada más y nada menos. Por otro lado aborrecía a Bethoven. A Gardel no le perdonaba haber convertido el tango en algo llorón y sentimental.
  Tanto le gustaba Pink Floyd que el himno para su cumpleaños no era el Happy Birthday sino The Wall*.




*Fernández Zaurín, Luis. "De cuando Vargas Llosa noqueó a Gabo". Editorial Styria. Barcelona. 2009. p. 72.

lunes, 16 de septiembre de 2013

El monstruo de la nueva poesía




Enflaquecido y enfermo, un hombre con los cabellos blancos ingresa en el hospital de la Concepción, en Marsella, la noche del 22 de mayo de 1891. Envejecido prematuramente, representa estar en los sesenta cuando no tiene sino treinta y siete años. Ha llegado de Aden. Lleva 10.000 francos en oro oculto en el cinturón de cuero. En la rodilla derecha tiene un tumor canceroso. Le han de cortar la pierna. Cuando muere, cuatro meses después, ingora que alrededor de su nombre y de su escasísima obra se ha formado en París una leyenda y que ya se le considera el pregonero y el monstruo de la nueva poesía moderna.
  ¿Quién era este hombre? ¿Qué había escrito? ¿Por qué moría tan joven? ¿Cuál había sido su vida pasada?
 

domingo, 15 de septiembre de 2013

De cómo Gabo no pudo hablarle a Hemingway en París

 
 
 
Gabriel García Márquez y Hemingway en París*
 
En 1955 el diario colombiano El Espectador envía a García Márquez a Europa como corresponsal. El Premio Nobel de Literatura permanecerá en Europa durante cuatro años alternando en varias ciudades, primero Ginebra, luego Roma y, finalmente, París. Cuando se instaló en la capital de Francia recibió la noticia que su periódico había sido clausurado al tiempo que se le ordenaba regresar a Colombia. Sin embargo, Gabo tomó una decisión crucial en su vida y es permanecer en la capital del Sena donde escribió en 1961 La mala hora y una de sus novelas cumbres, El coronel no tiene quien le escriba, aparecida en 1958.
  Paseando un día por la ciudad Gabo reconoció en la otra acera a Hemingway. Por miedo a hacer el ridículo con su pobre inglés le gritó al autor de Por quién doblan las campanas:
–¡Maestro!
Hemingway siguió su camino y aunque no conocía a García Márquez, sobre la marcha le espetó:
–¡Adiós, amigoooooooo!
 
 
 
(Fernández Zaurín, Luis. "De cuando Vargas Llosa noqueó a Gabo". Editorial Styria. Barcelona. 2009. p. 194.)

sábado, 14 de septiembre de 2013

Varguitas seductor

 
 
El polifacético intelectual Ramón Riera hace unos años contó una anécdota acerca de Vargas Llosa.
«Yo tenía un apartamento en la playa de Calafell, donde Carlos Barral, amigo mío, tenía con su familia un pequeño bar-restaurante, La Espineta, a donde yo iba muy a menudo junto a otros escritores. Allí, una vez, Vargas Llosa, me jodió quinientas pesetas de las de entonces, algo que nunca le voy a perdonar.
Entré a La Espineta a medio día acompañado de una chica muy guapa que me acompañaba. Vargas Llosa, el Varguitas de La Tía Julia y el escribidor, que me conocía porque nos había presentado Barral, nos vio y enseguida se acercó a saludar. Mientras me saludaba a mí no dejaba de prestarle atención a la chica, que era a la que, en realidad, miraba. Entonces me fui al lavabo y, cuando regresé, ya se habían ido él y la chica y la cuenta me la dejó para mí. Aún recuerdo, tiempo después, que cuando se presentó a las elecciones del Perú recé para que no ganara».

domingo, 8 de septiembre de 2013

"Nena" y sus dos impactos


Artículo publicado en El Comercio el 07 de septiembre de 2013.
 
 
"Nena" y sus dos impactos
Por: Pedro Novoa*
 

El primer impacto que produjo la prosa de Álex Rivera de los Ríos fue la del deslumbramiento, el segundo, muy seguido al anterior, fue el de la acuciante emoción. Un primer deslumbramiento porque a través de una prosa puntillosa, esmerada y hasta por momentos preciosista nos lleva de la mano por ambientes diversos, mundos imaginarios que se intercalan entre barrios, barriadas, campos y ciudades.

 Un segundo momento, el de la apremiante emoción, porque a través de la construcción de voces, también diversas, como si quisiera demostrar una tácita habilidad orfebre, Álex Rivera de los Ríos se desliza entre primeras y terceras voces, entre protagonismos, testigos y omnisciencias que se van intercalando para contarnos sus nueve historias, casi como quien ejercita complejas filigranas narrativas. Entramados que abordan los deseos simples, las frustraciones, los fantasmas y demonios interiores de niños, jóvenes y adultos de distintas procedencias y estratos sociales. El autor hace un bestiario humano, un paseo obligado por un carrusel de personajes disímiles donde nada se queda fuera: el estupro velado, el enamoramiento, la homosexualidad masculina, el lesbianismo, la drogadicción, la acción intensa y la pasión de vidas signadas por la angustia, por la intensa vitalidad de sobrepasar la línea de flotación de sus domésticas desgracias, que por extensión son las de todos nosotros y de la condición humana.

El mérito del cuento es su contundencia y el logro del conjunto reunido bajo este libro es que esa contundencia cambie de registros, que no se repita y agote en sí misma. Y en efecto, a lo largo de la obra, Rivera de los Ríos logra vencer el reto de la no reiteración. Y al no repetirse, se asiste a un narrador con oficio que quiebra y avanza, que esquiva y gana. Pocos cuentistas logran dicha labor de orfebre, ya que se suele tener hilos conductores y temáticos que te imprimen cierta consecución, pero en Nena, esto no es así. Cada cuento es un pequeño universo bien orquestadazo, un mundo ficcional que exige su propia atmósfera, sus propias coordenadas narrativas particulares.

Pero ¿dónde radica este doble impacto que causa leer a Álex Rivera de los Ríos? A mí me parece que en el cuidado del estilo, del lenguaje perfilado y pulido, en la consistencia de las voces, en las descripciones impresionistas y, por su puesto, en esa vocación irrefrenable de contar historias que nos remezan y nos saquen del asiento con dos impactos o con más, que desde ya, le agradecemos.  

Aventurando a ser agoreros, creo que luego de la batalla ganada, este joven escritor arequipeño, luego de demostrar sobradas razones para inscribirse dentro de los narradores peruanos contemporáneos, puede apuntar a la novela, ejercer el oficio narrativo a esa dimensión, abordar un mundo más amplio, y con lo expresado y demostrado en esta obra cuentística, desde luego que creemos que sí. Esperamos, pues, su próxima entrega.
  
 

*Pedro Novoa Castillo es un escritor peruano. Ha sido galardonado con el premio Nacional de Dramaturgia 2004, Premio Horacio de Novela Corta 2010 con la novela Seis metros de soga, Premio Internacional Mario Vargas Llosa 2011) con la novela Maestra vida, premio que fue entregado por el propio Mario Vargas Llosa en Arequipa. Además ha obtenido diversos premios de los que destacan: Primer puesto en el “I Juegos Florales 2003: Antonio Cisneros”, mención honrosa en el “I Juegos Florales 2004: Washington Delgado Tresierra” y Primer Puesto en el “Concurso de Cuento Corto Dante Alighieri”.

 





 
 

martes, 13 de agosto de 2013

"Nena", según Giovanni Barletti


 
 
 
Comparto con ustedes el comentario que el talentoso escritor Giovanni Barletti* hizo de Nena (La Travesía editora, 2013):
 
 «Mediante monólogos precisos, ensueños, metáforas memorables y acciones que casi siempre terminan mal los personajes de Nena manifiestan su insatisfacción con la realidad que les toca soportar. La mayoría de estos personajes no tienen una edad precisa y están ubicados en épocas y lugares indeterminados, característica que no representa más —probablemente— que la insatisfacción del autor con su propia realidad. La literatura como la vida misma».
 
 
* Giovanni Barletti (Moquegua-Perú 1988)  Es miembro fundador y presidente de turno de la Asociación cultural Juvenil “Los malos muchachos”, organización sin fines de lucro que fomenta la lectura en Moquegua. Publicó en el 2009 la colección de cuentos El que no corre vuela (Editorial Dragostea) y más recientemente, en el 2011, el libro de novelas cortas Dabai, Chelo, dabai. En 2013 ganó el primer concurso de cuentos de la editorial Género Aburrido con el libro La casa amarilla.

lunes, 12 de agosto de 2013

Kunan Pop, de Jorge Alejandro Vargas Prado


Hace unos años, cuando terminé de leer este libro de cuentos, escribí en la última página lo siguiente:

  Cuentos que expresan la opulencia y originalidad de un joven escritor. Los textos, aunque dispares y unas veces confusos, coinciden en algo: una nueva forma de sentir el terruño, lo visto y vivido desde joven. Aquí el autor no hace del mundo andino un cuadro de lamentaciones, sino que intenta innovar y, como un Andy Warhol, retrata de manera colorida y psicodélica las raíces ancestrales de su tierra.
   Con Vargas Prado ya no se trata de sentir pena por los indígenas; se trata de vivir con y junto a ellos en una mezcla de modernidad y tradición.  Este libro guarda una voz fresca que, como muchas otras, trata de buscar identificar e identificarse con su nación.
  En cuanto a construcción y estilo, los cuentos están bien escritos y los personajes correctamente definidos. Sin embargo -y esta es mí única crítica negativa-, tengo que decir que tanta “opulencia”  y color a veces pueden empalagar.
Kunan Pop (Cascahuesos, 2010) pertenece a Jorge Alejandro Vargas Prado (Cusco, 1987), escritor egresado de la escuela profesional de Literatura y Lingüística de la UNSA. Es editor desde los 17 años. Sus trabajos han sido reconocidos con publicaciones a nivel nacional e internacional y con diversos premios. Su principal preocupación actualmente es luchar por el fortalecimiento de las lenguas originarias del Perú, en especial del quechua.

miércoles, 31 de julio de 2013

Entrevista a Álex Rivera de los Ríos en El Comercio


 El Comercio - Entrevista de Jorge Malpartida

El joven escritor arequipeño acaba de publicar su primer libro de relatos “Nena” (La Travesía Editora), en el que trata de expiar sus demonios personales y retratar espacios de su niñez y adolescencia.

Por: Jorge Malpartida Tabuchi


(Publicada en la edición regional de El Comercio Arequipa el sábado 27 de julio del 2013).

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El primer libro de cuentos de Álex Rivera de los Ríos, “Nena” (La Travesía Editora, 2013), condensa en los nueve relatos que lo conforman las ganas de un joven autor por conseguir su propia voz. En el libro no hay poses intelectuales ni intentos por copiar a algún ídolo literario, sino un puñado de relatos en donde sus protagonistas reflejan los ángeles y demonios del escritor. Dialogamos con Rivera sobre estas ficciones, plagadas de mujeres perversas y hombres insatisfechos, que salen desde sus entrañas para conmover al lector desde el arranque.

— Todos los personajes del libro tienen un estigma o un trauma que ha marcado sus vidas. ¿Por qué tienes este interés por los personajes heridos?
Estos personajes responden a un demonio personal que siempre he tratado de exorcizar. Por eso cada cuento es muy distinto del otro: hay relaciones amorosas y familiares poco normales, venganza y locura. Los personajes están heridos porque quieren salir de su estado de parálisis y tomar las riendas de su vida, no solo se quedan mirando, sino que actúan.

—Las mujeres en tus relatos suelen ser perversas. ¿Cómo has nutrido esa colección que presentas al lector?
Me han dicho que mi libro está repleto de ‘femme fatales’, pero nunca fue mi intención agrupar a tantas mujeres con personalidades fuertes. Por ejemplo, en la Nena, el personaje del cuento que le da título al libro, las mujeres que han formado parte de mi vida en algún momento van a encontrar en ella algún rasgo suyo. Sobre todo mi mamá y mi hermana mayor han sido claves para armar a este personaje.

—¿También hay algunos rasgos tuyos en estos personajes femeninos?
Cuando escribo un cuento siempre quiero introducir mis recuerdos y traumas para enriquecer a los personajes y darle verosimilitud a la historia. La realidad es lo que vemos todos los días y la ficción creada a partir de esta realidad tiene una vida propia. A veces es divertido que se confunda esa línea y seres cercanos a ti se reconozcan en tus cuentos, pero lo que un escritor quiere en verdad es que la realidad solo sirva para nutrir sus ficciones, ya que con la literatura se pretende crear un mundo independiente.

—Por otro lado, tus personajes masculinos han fracasado en el amor o han sido rechazados. ¿Por qué tienes este interés por los perdedores?

Creo que inconscientemente les he dado mayor prioridad a los personajes femeninos. Ya que los hombres en mis cuentos, más que representar partes de mi personalidad, representan lo que veo en la realidad y la idea que tengo del hombre actual dentro de la sociedad en la que vivimos. Nunca tuve la intención de introducir el fracaso como una condición de mis personajes o de darle voz a los marginados, creo que simplemente salieron así, pero sí incluí en todos ellos esas ganas de no aceptar de manera estática esa situación en la que viven.

—El cuento “Nena” está dedicado a tu tío, el escritor Edmundo de los Ríos. ¿Cuán presente lo tienes al escribir?
No puedo negar su influencia, ya que es una figura totémica en mi carrera como escritor. Cuando escribí “Nena” quise, de algún modo, reflejar ese gusto que me dio encontrar dentro de la literatura hecha en Arequipa una novela tan buena como “Los juegos verdaderos” [1968], que además había sido escrita por un familiar mío. Hay algunas coincidencias con el libro, no porque quise copiarlo, sino porque es mi humilde homenaje a su literatura.

—¿Sientes que vas a ser siempre comparado con la carrera y el estilo que tu tío tuvo como escritor?
No me molesta para nada, porque Edmundo de los Ríos es un gran escritor. Pero pienso que cada uno debe hacer su carrera por su lado y generar su propia voz. Creo que si me esfuerzo y tomo en serio mi carrera, no voy a necesitar del aval de nadie. No me molesta que me relacionen con él, aunque, si esa comparación se vuelve en algo permanente, tal vez sí me llegue a fastidiar.

—Otra característica de tu libro es la variedad de estilos y técnicas. ¿A qué se debe esto?
“Nena” es el reflejo de mis lecturas favoritas. Si he leído un libro que me ha dado un placer intelectual, lo más seguro es que lo haya tratado de reflejar en uno de mis cuentos. Pero una condición para apropiarme de una historia es que debe tener algo que se relacione conmigo, algún elemento de mi vida, un recuerdo o añoranza. Además, en cada cuento me
planteaba un reto de experimentar con alguna técnica que había aprendido. “Nena” es una especie de libro aprendizaje en donde he tratado de mostrar de lo que soy y no soy capaz
de hacer como escritor.


—También tienes un gran interés por buscar una perfección en el lenguaje. ¿A pesar de tu juventud te tomas muy en serio este oficio?
La disciplina y la tenacidad en la corrección de los textos son indispensables para mí. No soy para nada un escritor de fin de semana, llevo a la literatura conmigo todos los días. Desde el día en que me propuse ser un escritor he procurado darle a esta vocación todo mi tiempo y esfuerzo. Leo, escribo y corrijo a mil por hora. Claro que debo tener trabajos alimenticios que no me permiten estar concentrado en eso todo el tiempo, pero mi ánimo por la literatura es lo más importante.


—¿Sientes que hay un resurgir de la narrativa arequipeña?

Esa frase de la nueva narrativa arequipeña me parece invención de algún entusiasta que responde a la aparición de una serie de publicaciones de muy alto nivel. Pienso que existen escritores muy buenos en Arequipa, pero no creo que haya una identidad de grupo o de trabajar temas en conjunto.



PERFIL DEL AUTOR

BIOGRAFÍA

Nació en Arequipa en 1987. Actualmente estudia Derecho en la Universidad Católica San Pablo.

LIBRO A LA VENTA

Su libro “Nena” está a la venta a S/.20 en librerías San Francisco, Pucara Bulls (Campo Redondo 102 A – San Lázaro) y en la librería El Lector. También se ofrece en la Feria Internacional del Libro de Lima, junto con las publicaciones de La Travesía Editora.

DIVERSOS OFICIOS

Es profesor de francés y chef de profesión. Administra el blog: elsolylacarne. blogspot.com.