Partiendo de la premisa que propone que todo escritor debe
experimentar, en algún momento de su carrera, una evolución y un quiebre
respecto de su obra pasada, podemos afirmar que esta entrega de Iván Thays es
un paso adelante y una propuesta interesante respecto de otros libros del mismo autor. En Un lugar llamado Oreja de Perro nos encontramos, pues, ante la ambición
de un autor por olvidarse de todo lo escrito anteriormente y, de ese modo,
lanzarse a la realimentación desde cero en pos de construir un universo narrativo nuevo
y autónomo.
Y así es. A lo largo
del libro apreciaremos que tanto la trama, el contexto, los personajes, la
estructura y la forma de narrar son casi totalmente opuestos a su “estilo pasado”.
Mientras que libros como Las fotografías de Frances Farmer o La disciplina
de la vanidad –por mencionar solo algunos de sus primeros títulos– se concentraban en el cuidado del lenguaje,
del estilo puntilloso, la frase remarcable y subrayable, así como en las
imágenes oníricas y lo “metaliterario”, en Un lugar llamado Oreja de Perro sucede
que estos esfuerzos son dejados de lado y sustituidos por la ambición de conseguir una narración ágil y directa; en pocas palabras, una narración donde lo que más importe sean las descripciones, los diálogos, la trama en sí misma. De ese modo, encontraremos a lo largo del
libro párrafos de no más de una o dos líneas y expresiones cuya única
intención es imponer una atmósfera absorbente, un ritmo respiratorio al lector, quien se irá sumergiendo
más y más en el entramado de lo que se le está contando.
Sin embargo, la
evolución como narrador de Thays no se da únicamente en el plano formal;
también se da en un nivel sustancial que encuentra su cometido en su deseo de
vincular estrechamente a los personajes a los años de terrorismo en el Perú,
tema de por sí complejo y que muy pocos autores jóvenes han intentado retratar
de manera seria y teniendo al ser humano y su condición como centro y fin de su
pesquisa literaria y artística. En Un lugar llamado Oreja de Perro cada personaje arrastra un pasado que lo marca y
lo condena. Un pasado enlutado de muertos que no quieren irse y persisten en la
memoria. Los personajes deben aprender a vivir y convivir con ellos y soportar
la carga de una condición que se ha hecho asfixiante y que ha afectando su
entorno social, transformándolos en seres vivos distantes e incomprensibles
unos de otros. La memoria, según plantea
el libro, es una espía, una presencia que nos atormenta y destruye, pero que
contradictoriamente también nos mantiene vivos. Se puede decir que es una
novela comprometida con la realidad
peruana, pues toca, hasta cierto punto, los efectos y consecuencias del
conflicto armado que marcó al Perú en los años ochenta y noventa.
Novela intensa, profunda y a la vez amena, Un lugar llamado Oreja de Perro consigue ser una
propuesta interesante (como dije en un inicio) de su autor: en ella intenta
radiografiar al individuo y a su país como un todo confuso y complejo que no
logra superar su pasado cargado de miedo y violencia.