lunes, 7 de octubre de 2013

Ese creer en los árboles cuando florecen... luego caen sus hojas y son rojas.

Inseguro y ofuscado por el oficio y la vocación literaria, decidí un día pedirle consejo a Edmundo, el único escritor que hasta entonces había conocido. No habíamos intercambiado correos en mucho tiempo. El trabajo, su soledad y mis estudios nos habían separado. Yo le prometí que lo visitaría en mayo, pero no conseguí hacerlo. Cuando pensé que no había solución, que este no era mi camino y que ya era hora de dejarse de soñar con esas tonterías de querer ser un escritor y publicar un libro, me llegó un correo.  Era, recuerdo, un 25 de junio del año 2006 y yo aún no había cumplido diecinueve años. El correo llevaba este suntuoso título: Ese creer en los árboles cuando florecen… luego caen sus hojas y son rojas. Edmundo, a través de breves oraciones y con ese morbo por la exactitud, solo quería animarme, darme unas palmaditas en la espalda. De seguro envió el correo con ayuda de algún amigo que sí supiera usar el “bendito Internet”. Lamentablemente él nunca sabrá cuánto me ayudó su carta en ese momento. Cada palabra me llenó de fuerza. Desde entonces, cada vez que tengo conflictos y deseos de tirar al tacho todo, recurro a su carta, la cual comparto a continuación.





                 Con tardanza he leído tus cartas, mi bien querido sobrino,
                                                                                       debo decirte que me alegra mucho, ese calor al alma, leerte, y al mismo tiempo me preocupa tus inquietudes, tus entusiasmos, tu propio forjarte tú.  Es la aventura humana, tan terrible, hermosa e inigualable e irrepetible.
        Puedes tener mis libros, que no sé si sean buenos, admirables, medianos o malos en su valor, pues eso depende de lo que hayan hecho sus creadores; son libros míos, pero son los que están en las librerías, los que  se imprimen cada día.  Ten los libros que te presté -que tú escogiste- el tiempo que creas conveniente, pero date tiempo para leer más, esos y otros libros. 
    No sé dónde tengo un pequeñito libro de Rilke que se llama “Cartas a un joven poeta”.  Lo encontraré y te lo mandaré. Deseo que lo leas. ---------------Olvídate de los demás escritores.  En el sentido de que no les des tanta importancia. Date a ti la importancia que mereces, forjes y logres lo que deseas y amas.
              Es muy posible que en julio, a mediados, vaya a Arequipa, un sobrino querido se casa. Si voy trataré de verte.

       Te abraza,
                       Edmundo.

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