domingo, 14 de septiembre de 2014

"Un lugar llamado Oreja de Perro" - Iván Thays



Partiendo de la premisa que propone que todo escritor debe experimentar, en algún momento de su carrera, una evolución y un quiebre respecto de su obra pasada, podemos afirmar que esta entrega de Iván Thays es un paso adelante y una propuesta interesante respecto de otros libros del mismo autor. En Un lugar llamado Oreja de Perro nos encontramos, pues, ante la ambición de un autor por olvidarse de todo lo escrito anteriormente y, de ese modo, lanzarse a la realimentación desde cero en pos de construir un universo narrativo nuevo y autónomo.
  Y así es. A lo largo del libro apreciaremos que tanto la trama, el contexto, los personajes, la estructura y la forma de narrar son casi totalmente opuestos a su “estilo pasado”. Mientras que libros como Las fotografías de Frances Farmer o La disciplina de la vanidad –por mencionar solo algunos de sus primeros títulos– se concentraban en el cuidado del lenguaje, del estilo puntilloso, la frase remarcable y subrayable, así como en las imágenes oníricas y lo “metaliterario”, en Un lugar llamado Oreja de Perro sucede que estos esfuerzos son dejados de lado y sustituidos por la ambición de conseguir una narración ágil y directa; en pocas palabras, una narración donde lo que más importe sean las descripciones, los diálogos, la trama en sí misma. De ese modo, encontraremos a lo largo del libro párrafos de no más de una o dos líneas y expresiones cuya única intención es imponer una atmósfera absorbente, un ritmo respiratorio al lector, quien se irá sumergiendo más y más en el entramado de lo que se le está contando.  
 Sin embargo, la evolución como narrador de Thays no se da únicamente en el plano formal; también se da en un nivel sustancial que encuentra su cometido en su deseo de vincular estrechamente a los personajes a los años de terrorismo en el Perú, tema de por sí complejo y que muy pocos autores jóvenes han intentado retratar de manera seria y teniendo al ser humano y su condición como centro y fin de su pesquisa literaria y artística.  En Un lugar llamado Oreja de Perro cada personaje arrastra un pasado que lo marca y lo condena. Un pasado enlutado de muertos que no quieren irse y persisten en la memoria. Los personajes deben aprender a vivir y convivir con ellos y soportar la carga de una condición que se ha hecho asfixiante y que ha afectando su entorno social, transformándolos en seres vivos distantes e incomprensibles unos de otros.  La memoria, según plantea el libro, es una espía, una presencia que nos atormenta y destruye, pero que contradictoriamente también nos mantiene vivos. Se puede decir que es una novela  comprometida con la realidad peruana, pues toca, hasta cierto punto, los efectos y consecuencias del conflicto armado que marcó al Perú en los años ochenta y noventa.

  Novela intensa, profunda y a la vez amena, Un lugar llamado Oreja de Perro consigue ser una propuesta interesante (como dije en un inicio) de su autor: en ella intenta radiografiar al individuo y a su país como un todo confuso y complejo que no logra superar su pasado cargado de miedo y violencia.  

lunes, 1 de septiembre de 2014

Una literatura de las preguntas




Jorge Monteza (Arequipa, 1977) es un escritor conocido por su carácter parco y distante. Procura evitar los escándalos literarios, la polémica sin fundamentos y en el mayor de los casos no le gusta ni el relumbrón ni las lisonjas hipócritas.
Le gusta, más bien, la buena literatura, su constante análisis y crítica objetiva y libre de zalamerías. También es un cultivador de la charla productiva y de la tertulia sin reservas, es decir de esas en las que uno termina sacando conclusiones y aprendiendo algo nuevo y quizá valioso.
Jorge Monteza es, tal vez, el escritor más escritor que tenemos en Arequipa.
Ha publicado un libro de cuentos: Sombras en el agua (Cascahuesos, 2011). Es hasta ahora su primer y único libro. Fue recibido por el público lector con reserva, casi con abyecto desapercibimiento, pero fue alabado y encumbrado por la crítica literaria a nivel nacional. Es un libro conformado por diez cuentos que Monteza se pasó escribiendo y reescribiendo obsesivamente desde que tenía veinte años (incluso menos, no lo sé). No quería publicarlos hasta estar completamente seguro de que eran únicos, perfectos e insoslayables como los cuentos de Borges,  Cortázar o de Carver. Algunos de ellos fueron presentados a concursos importantes y terminaron siendo ganadores indiscutibles. Finalmente, cuando publicó el libro, algo extraño sucedió: ya no se trataba del lanzamiento o debut de una joven promesa de la literatura, sino de la total consolidación de un escritor con oficio y reputación.
Quiero recomendar este libro sin incurrir en redundancias analíticas: se han escrito ya tantas reseñas y críticas acerca de sus logros y eventuales reparos, que prefiero instar al lector acucioso a que las busque y despeje dudas.
No obstante, me gustaría destacar la calidad y factura artística de uno solo de los diez cuentos, y que sin duda es mi favorito. Se titula Illa –palabra quechua que significa “luz”– y es en mi opinión uno de los mejores cuentos que se han escrito en el Perú en los últimos diez años. En él confluyen y se amoldan de manera tan solida la historia, las imágenes y la poesía, que su poder de verosimilitud consigue enajenarnos por completo en su entramado de profundos secretos y claves. Y es que Sombras en el agua es un libro repleto de símbolos y conceptos escondidos. Las sombras, la oscuridad, persiguen a sus personajes y son estas las presencias que describen y explican sus tormentos y alegrías.
Escritor sensible, admirador férreo de Borges y de José María Arguedas, profesor apasionado y promotor de la cultura, Jorge Monteza es un escritor que no decepciona y cuyos próximos lanzamientos irán forjando un increíble futuro en las letras. Su literatura es reveladora y debemos acudir a ella sin esperar recibir respuestas, sino preguntas y más preguntas acerca del mundo interior del ser humano y de su condición.